27 diciembre 2005

WALKING AROUND


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapatería con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
Colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda (1904-1973)
Residencia en la tierra II (1933-1935)

La Segunda Residencia está compuesta en los años de estancia del poeta en España, tras unos años de diplomático en Extremo Oriente (La India, Indonesia) en los que escribirá un libro de tono absolutamente novedoso al que llamaremos la Primera Residencia (1925-1932). Pablo Neruda se inscribe en la ruptura vanguardista de los años 20 contra la poesía y el arte tradicional y caracterizado por la pureza. Junto a Cesar Vallejo y su libro Trilce (1922) y Vicente Huidobro y su obra Altazor (1919-1931) componen una triada de los fundadores de la primera vanguardia literaria en Hispanoamérica. Podríamos relacionarlo también con el sombrío libro de T.S. Elliot The waste land (1922) en el que aparece también una imagen problemática, oscura y contradictoria del ser humano en el mundo. En la literatura española podríamos emparentarlo con el libro Sobre los ángeles de Rafael Alberti y con el extraordinario alegato poético y social que constituyó Poeta en Nueva York (1931) de Federico García Lorca.

Si hay una poesía que se sitúa en las antípodas de la que hemos comentado en post anteriores (Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas...) es la de Pablo Neruda. De hecho Juan Ramón Jiménez y Pablo Neruda repesentan polos opuestos y mantuvieron una fuerte rivalidad y enfrentamientos personales y poéticos. No en vano, el poeta de Moguer había sido la primera influencia que recibieron los jóvenes poetas del 27. Con la llegada de los años sombríos de finales de la década de los 20 y los años 30, la figura de Pablo Neruda será el nuevo foco de luz que iluminará a los ya maduros poetas de la generación de Lorca, Alberti, Aleixandre...

Según la nueva poética de Neruda, el mundo no está bien hecho, el ser humano es una porción de fragmentos descoyuntados, hundidos en el desarraigo existencial. La civilización supone la escisión entre mundo y mente. La vida es continua alienación y el hombre se hunde en la náusea y en un mar de angustia. Es lo que refleja el poema que hoy comentamos Walking Around.
El poeta camina solo en la gran ciudad como ser gregario, perdido entre la multitud anónima. La vida es vulgar y uniforme. Neruda refleja la fealdad, la aridez, la separación, la violencia de ese orden impersonal, burocrático y mercantil. Todo es inhóspito, el poeta "navegando en un agua de origen y ceniza", "hospitales donde los huesos salen por la ventana, / a ciertas zapaterías con olor a vinagre,/ a calles espantosas como grietas/ (...) paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, /y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.

Todo emana desamparo y un frío mortal. Neruda pinta la ciudad como los pintores expresionistas. Los hombres que deambulan por ella son dirigidos por ordinarios y vulgares destinos. La visión del poema es prosaica y degradada... pero, sin embargo, Neruda rescata toda esta materia deforme y pedestre, toda esta realidad perecedera y ruinosa... El poeta recoge todos estos desechos y su angustia existencial para convertirlo en palabra poética, muestra la pluralidad de lo real, convierte el caos y el desorden en un nuevo lenguaje poético que se revela como campo de fuerzas contradictorias. No nace esta nueva poética de la tradición literaria, sino de su propia aprehensión de un mundo caótico, feo y contradictorio en el que el hombre se ve perdido, sin mitos a qué asirse. Constituye con los otros poetas que hemos citado el nacimiento de una nueva poética en consonancia con las vanguardia artísticas que se alejan de la "pureza". La poesía de Neruda no puede entenderse sólo como muestra de una tradición o antitradición hispana. Revela todo un movimiento internacional que se dio en los años 20 y 30.

Su lenguaje, como el mundo que muestra, es desarticulado, conecta con el antiarte, es un arte de la negación sombrío y angustiado. Revela la insumisión, el rechazo, el vómito, el surgimiento de la tiniebla interior... Está cargado de desazón y de oscuridad. Da salida a los más oscuros instintos del hombre. Pero a partir de una obra como ésta, la realidad poética se ha ensanchado poderosamente. La poesía ya no se centra en la búsqueda de la trascendencia o de la belleza o la eternidad. Estas no están por aquí. El mundo es sombrío y el ser humano camina como un caracol encogido entre tinieblas de ciudades deshumanizadas.

15 diciembre 2005

Presagios


30
La tierra yerma, sin árbol
ni montaña, el cielo seco,
huérfano de nube o pájaro;
tan quietos los dos, tan solos,
frente a frente tierra y cielo,
paralelismo de espejos,
que ahora no hay lejos ni cerca,
alto o bajo, mucho o poco,
en el universo,
¡Dulce muerte de medidas,
guiño de infinito!
Pero de un surco se vuela
un pájaro primerizo.
Y todo vuelve a ordenarse
por la pauta de su sino.
Ya la tierra está aquí abajo
y el cielo allí arriba puesto,
ya la llanura es inmensa
y el caminante pequeño.
Y ya sé lo que está lejos:
dicha, gracia, paz o logro.
Y ya sé lo que esta cerca:
el corazón en el pecho.

Pedro Salinas, Presagios, 1924

Pedro Salinas (Madrid,1891-Puerto Rico, 1951) publicó su primer libro Presagios animado por su maestro Juan Ramón Jiménez. Éste se encargo de la ordenación de los poemas del mismo. Nuestro poeta sentía hacia Juan Ramón admiración pura y gratitud, a la vez que los unía una profunda amistad y afinidad poética. Dicho esto, podemos comprender que este libro recibe la influencia decisiva de la concepción de poesía pura que Juan Ramón había expresado a partir de Eternidades (1915) y Diario de un poeta reciencasado (1916). La poesía de Salinas, buscando su camino propio, es una exploración en la realidad profunda del ser. Por un lado están las apariencias, las vestiduras, la fugacidad; por otro, la palabra esencial y la trasrealidad, lo que no cambia y permanece. Se contempla la realidad apariencial bajo la luz de lo poético para dar a luz una nueva realidad creada. Por tanto, la poesía de Salinas, como la de Juan Ramón va más allá de lo anecdótico, por medio del intelecto, en busca del conocimiento y la eternidad. Sus formas, en consonancia, son desnudas -carentes de ornamentación- y sus versos destacan por la claridad y la luz. No se puede iluminar el mundo desde las nieblas o la oscuridad. Su poesía era "una aventura hacia lo absoluto".

Este poema tiene dos partes claramente diferenciadas. La primera hasta el verso 11 nos presenta un mundo en armonía, en estado de desnudez y esencialidad: mito puro. Cielo y tierra se contemplan en paralelismo de espejos. No existe el cambio, todo es esencia pura, simetría perfecta, guiño de eternidad. No existen categorías ni movimiento. Todo está en perfecta quietud. Esta parte culmina en estos dos extasiados versos que dicen ¡Dulce muerte de medidas, /guiño de infinito!

A partir de aquí surge la vida en el mundo con su inevitable contradicción, cambios y sufrimiento. Las cosas y los seres se ordenan por su destino y se establecen las categorías y el lenguaje que divide: lejos/cerca; arriba/abajo... Cielo y tierra se contraponen fuera de esa maravillosa simetría originaria. Aparece por fin la figura del caminante, el ser humano, pequeño frente a la inmensidad y confusión de las cosas. El hombre ha entrado en el campo de la historia. Lejos quedan el gozo, el éxtasis, la dicha, el gozo. Cerca está su corazón que late, que le hace sentir vivo, frágil, contradictorio.

El poema está lleno de tensión interna entre contrarios, se eliminan sistemáticamente los adjetivos en favor de los sustantivos y los adverbios. No pretende deslumbrar sino alumbrar paradójicamente la realidad oculta del mundo. Estamos en la dimensión del dolor, del cambio... Se añora un mundo más allá de las contradicciones aunque sea como creación poética.

11 diciembre 2005

La negra y la rosa


La negra va dormida, con una rosa blanca en la mano.

- La rosa y el sueño apartan, en una superposición mágica, todo el triste atavío de la muchacha: las medias rosas caladas, la blusa verde y trasparente, el sombrero de paja de oro con amapolas moradas. -Indefensa con el sueño, se sonríe, la rosa blanca en la mano negra.

¡Cómo la lleva! Parece que va soñando con llevarla bien. Inconsciente, la cuida -con la seguridad de una sonámbula- y es su delicadeza como si esta mañana la hubiera dado ella a luz, como si ella se sintiera, en sueños, madre del alma de una rosa blanca. - A veces, se le rinde sobre el pecho, o sobre un hombro, la pobre cabeza de humo rizado, que irisa el sol cual si fuese de oro, pero la mano en que tiene la rosa mantiene su honor, abanderada de la primavera.-

Una realidad invisible anda por todo el subterráneo, cuyo estrepitoso negror rechinante, sucio y cálido, apenas se siente. Todos han dejado sus periódicos, sus gomas y sus gritos; están absortos, como en una pesadilla de cansancio y de tristeza, en esta rosa blanca que la negra exalta y que es como la conciencia del subterráneo. Y la rosa emana, en el silencio atento, una delicada esencia y eleva como una bella presencia inmaterial que se va adueñando de todo, hasta que el hierro, el carbón, los periódicos, todo, huele un punto a rosa blanca, a primavera, a eternidad.

Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta reciencasado, 1916.

Esta es la bellísima prosa LXXXIX del libro que revolucionó la poesía española. Hay un antes y un después de esta obra. Supuso la ruptura completa con el Modernismo anterior. JRJ lo consideró siempre como su mejor libro. Su poesía, en permanente evolución, deja atrás lo anecdótico para dar paso a la concentración conceptual y emotiva. Inició la llamada "etapa intelectual" del poeta que revelaba un acercamiento a la realidad profunda de las cosas y no sólo a sus apariencias. Este libro influyó decisivamente en la nueva generación poética, la de 1927, y en el conjunto de las vanguardias artísticas por sus técnicas y concepción estética.

En este poema partimos de una imagen de una mujer humilde vestida vulgarmente en una atmósfera de fealdad en el metro de Nueva York. La mirada del poeta parece en un principio puramente estética. Es como si estableciera una distancia con lo que contempla. Luego, absorto, surge la emoción, la poesía, mediante el intelecto porque el poeta ahonda en lo que ve. Trata de ser exacto y refleja lo que ve pero también lo que siente, y hasta lo que no ve e imagina o adivina.

La conjunción de los dos elementos, la rosa blanca y la negra llevan la escena al terreno poético y todo es dominado por una "bella presencia inmaterial". La fealdad del subterráneo es trasmutada en delicadeza, belleza pura... y el olor de la rosa hace que huela todo a primavera, a eternidad. Nosotros, lectores y espectadores de la escena, asistimos al surgimiento de la imagen poética y del sentimiento que no se basa en lo anecdótico sino en lo esencial de la situación. Juan Ramón quiere apresar la belleza con la inteligencia, hacerla suya, abolir el tiempo, poseer el propio ser, acercarse a la eternidad. Pocas veces una ambición poética ha sido tan alta como la de Juan Ramón Jiménez.

Este poema en prosa fue incluido en Verso y prosa para niños, y de ahí los dos trozos en cursiva.

10 diciembre 2005

Poesía y poema

Retrato de Walt Whitman

"La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje; regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. Expresión histórica de razas, naciones, clases. Niega a la historia: en su seno se resuelven todos los conflictos objetivos y el hombre adquiere al fin conciencia de ser algo más que tránsito. Experiencia, sentimiento, emoción, intuición, pensamiento no-dirigido. Hijas del azar; fruto del cálculo. Arte de hablar en una forma superior; lenguaje primitivo. Obediencia a las reglas; creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Locura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, símbolo. Analogía: el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal. Enseñanza, moral, ejemplo, revelación, danza, diálogo, monólogo, voz del pueblo, lengua de los escogidos, palabra del solitario. Pura e impura, sagrada y maldita, popular y minoritaria, colectiva y personal, desnuda y vestida, hablada, pintada, escrita, ostenta todos los rostros pero hay quien afirma que no posee ninguno: el poema es una careta que oculta el vacío, ¡prueba hermosa de la superflua grandeza de toda obra humana!"

OCTAVIO PAZ, EL ARCO Y LA LIRA. Fondo de Cultura Económica. Mexico.

07 diciembre 2005

El limonero lánguido...


VII
El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,

tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera
.

Antonio Machado, Soledades, galerías y otros poemas (1907).


Para entrar en un poema, primero no hay que tener prisa; segundo, hay que leerlo un par de veces y ver si tenemos una idea general del mismo. Fijémonos en este espléndido poema de Antonio Machado (1875-1939) . Lo publicó por primera vez en 1903 con el título "El poeta visita el patio de la casa en que nació". El poema, pues, está vertebrado por un recuerdo: un patio sevillano, un limonero de frutos amarillos y una fuente limpia. No necesitamos más. Toda la niñez del poeta está resumida en esos tres elementos. ¿Qué ve un niño? Los limones -frutos de oro- se reflejan en el agua de la fuente limpia. ¿Qué hace el niño? Cree que son reales y, tras un momento de indecisión, mete sus manos en el agua de la fuente para coger los limones. Pero, pero... no son reales. Miremos ese momento único en que el niño cree que son reales, que están ahí dentro. ¿No es un símbolo maravilloso de la niñez que cree en tantas cosas mágicas?
Esta es la esencia del poema: un recuerdo que se va revelando en el decurso del poema. De hecho lo que arriba he explicado no se sabe hasta los últimos versos. Suele suceder en Antonio Machado que el estallido de la emoción vaya al final del poema. El poema revela un sentimiento complejo porque Machado adulto vuelve al patio de su niñez, que está igual que cuando era niño: la fuente, el limonero, las macetas de hierbabuena... Los limones se siguen reflejando en el agua. Pero él ahora no cree en la magia, en aquella ilusión de su niñez. Sin embargo, hay algo en esa tarde repetida que la conecta con la de su niñez. Luchan -al modo de Unamuno- la razón y la fe. Machado adulto retorna y conecta poéticamente con el tiempo anterior en que todo era posible.
"Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara, /casi de primavera,/tarde sin flores, cuando me traías/ el buen perfume de la hierbabuena,/y de la buena albahaca,/ que tenía mi madre en sus macetas./ Que tú me viste hundir mis manos puras/ en el agua serena,/ para alcanzar los frutos encantados/ que hoy en el fondo de la fuente sueñan... / Sí, te conozco, tarde alegre y clara,/casi de primavera.
Todo el paisaje (el patio, el limonero, la fuente) está cargado de sentimiento; se va cargando progresivamente hasta que, luminosamente, se nos revela al final el sentido del poema: el niño que mete las manos para coger los frutos dorados en el agua de la fuente.
Machado ha convertido este paisaje exterior en un paisaje del alma y para él, como para nosotros, destila sentimiento. Cuando lo comprendemos, algo luminoso se enciende y se apodera de nosotros: la misma sensación de maravilla que en Machado niño-adulto. La clave ha sido írnoslo revelando paso a paso. Ha dejado que la intuición penetrara lentamente en nosotros hasta que se ha mostrado esa emoción profunda que presenta el poema.
Leed el poema con lo que sabéis ahora.
Yo sentí la misma sensación de adulto una vez en Lanzarote en el interior de la cueva de los Verdes. Pero no os puedo contar en qué consistió porque os quitaría la magia de la visita al lugar. Es inolvidable.
El verbo "soñar" tiene en Machado complejos significados. Aquí "sueñan" quiere decir que los limones reposan en el fondo; pero que sigue existiendo una ilusión viva en él. Como en muchos de nosotros ¿no?

06 diciembre 2005

Mujer con alcuza

Dibujo de Juan Carlos Miraglia.

¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no os ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.

Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad
de esquivar algo horrible.

Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida,
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas,
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.

Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren,
en un tren muy largo;
ha viajado durante muchos días
y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y remejía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan
extrañas flores encendidas.
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.

Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.

Ella
recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso
que le colgara de la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas,
blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo,
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir.
Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
sólo
para ver alejarse en la infinita llanura
eso, una solitaria estación,
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas.

Y por fin se ha dormido,
así, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
... aún mareada por el humo del tabaco.

Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días,
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con un ansia turbia, de bajar ella también,
de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.
... No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iba cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún chillido como un limón agrio que pone amarillas un momento la noche.
Y luego nada.
Sólo la velocidad,
sólo el traqueteo del tren.

Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola,
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola,
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quién movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.

... Y esa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas de un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un trigal en granazón,
sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un
bosque de cruces, o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.

Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,
se inclina,
va curvada como un signo de interrogación,
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera,
como si asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?

DAMASO ALONSO, de Hijos de la ira, 1944.

Mujer con alcuza (= vasija de barro u hojalata de forma cónica que sirve para almacenar aceite) es uno de los mejores poemas del siglo XX en lengua castellana. La alcuza representa lo necesario para la vida cotidiana (el fuego y el alimento), pero también expresa la imagen simbólica de la sabiduría. Este poema de DámasoAlonso ( 1898-1990) es de los más conocidos y es uno de los más representativos de la poesía desarraigada de los años 40 del siglo pasado. El viaje de la mujer simboliza la vida humana. Contiene tres planos: el real (el caminar cansado por la ciudad), simbólico (el paso por un enorme cementerio) y el alegórico (el viaje en tren). El poema se abre y concluye con un signo de interrogación, que simboliza también la vida humana. El núcleo del poema es una alegoría (metáfora continuada) de la vida como un viaje en tren.
De raíz claramente existencial, Mujer con alcuza representa el incierto sentido de la vida humana. Las estaciones por donde pasa la mujer se convierten en tumbas. A lo largo del poema aparecen temas existenciales: el miedo a la muerte, la náusea existencial, el sentimiento de injusticia absoluta, el deseo de muerte, la soledad radical, la negación de Dios y el absurdo de la vida humana. El ser humano, la mujer con alcuza, se ve abandonado, sin amarras, en una desoladora vida absurda, y dominado por una amarga angustia vital. El poema es representativo del pensamiento existencial del siglo XX, aunque bien puede conectar con la parte general de las Coplas de Jorge Manrique, y la terrible situación de España en la posguerra. Quizás la resolución del poema revela la única esperanza de la existencia humana: nuestra capacidad creadora.