12 noviembre 2006

Romance sefardita de la Catalina


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Estaba la Catalina
sentadita en su balcón.
Pasó por allí un soldado
de buena o mala intención.
- Buenas tardes, Catalina,
con usted durmiera yo.
- Suba, suba el caballero
durmirá una noche o dos.
- ¿Y si su marido viene
y nos pilla de traición?
- Mi marido no está en casa,
que mi marido marchó.
Mi marido fue a cazar
a los montes de Aragón,
y ahora para que no vuelva
le echaré la maldición.
Cuervos le saquen los ojos
y águilas el corazón.
Los perros de mi ganado
le traigan en procesión.
Aún no había dicho esto
y él a la puerta picó.
Ábreme la puerta, luna,
ábreme la puerta, sol,
que te traigo un conejito
de los montes de Aragón.
Bajaba por la escalera
mudadita de color.
- Tú estás turbada del vino
o tú tienes nuevo amor.
- Ni estoy turbada del vino
ni yo tengo nuevo amor.
Que reñí con los criados
con mucha de la razón,
que me perdieron las llaves
del más alto corredor.
- Si las perdieron de plata
de oro te las daré yo;
que tengo un hermano en Francia
que las haría mejor
¿De quién es aquel caballo
que en mi cuadra relinchó?
Tuyo es, marido mío,
que mi padre te lo dio.
- Dios se lo pague a tu padre
que caballos tenía yo
y cuando no los tenía,
él no me los daba, no
¿De quién es aquella capa
que en mi percha se colgó?
- Tuya es, marido mío,
que mi padre te la dio.
- Dios se lo pague a tu padre,
que capas tenía yo,
y cuando no las tenía,
él no me las daba, no.
- ¿Y qué es lo que hace un momento
en mi cama resonó?
- Es mi hermano, el pequeñín,
que conmigo se acostó,
y que ha venido a llamarte
pa las bodas del mayor.
- Mientes, mientes, Catalina,
de las bodas vengo yo.
Mátame, marido mío,
la culpa la tengo yo.
Matar, no te mataría;
matar que te mate Dios.
Pero que tu padre tenga
noticia de tu traición.
La agarrara por la mano
y a su casa la llevó.
- Tenga, padre, esta su hija,
que la tuna me engaño.
Si la tié mal enseñada,
enséñela usted mejor.

Romance sefardita en versión musical de Joaquín Díaz.

09 julio 2006

Contra Jaime Gil de Biedma


De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar-es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma, Poemas póstumos, 1968


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Recitado por el propio autor

Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-Barcelona, 1990) fue considerado tras la publicación de Poemas postumos (1969) como la máxima figura de la poesía de la experiencia. ¿Qué quiere decir esto? ¿Acaso toda gran poesía no parte de la experiencia? Para entenderlo hemos de partir de los dos grandes temas de la poesía de Gil de Biedma: “el tiempo y yo”. Su poesía pugna por crearse una identidad para conjurar los efectos devastadores del paso del tiempo. En este sentido, la temporalidad está íntimamente ligada al análisis de la experiencia y que es revivida en el poema. Su poesía parte, pues, de la contemplación y el análisis de la vida en su discurrir temporal. No hay tema que más le obsesione, como a tantos poetas, como el paso del tiempo. De hecho, a partir de Poemas póstumos el poeta, ya totalmente desencantado y vencido por el tiempo y la vida, dejó de publicar con excepción de su nueva recopilación Las personas del verbo, Barcelona, 1975, y mantuvo un consecuente silencio hasta la publicación póstuma en 1991 de sus descarnadas memorias Retrato del artista en 1956 tal y como él había dejado indicado.

En este poema asistimos a un desdoblamiento o escisión de identidad del poeta mediante la técnica del monólogo dramático. El poeta se enfrenta a sí mismo con ironía distanciadora. El tono es conversacional o “interpersonal” lo que intensifica su sensación de viveza a la vez que ayuda a no tomar demasiado “en serio” el poema.

Imágenes heterodoxas del doble del poeta volviendo a casa borracho tras noches de desvarío: “Te acompañan las barras de los bares/ últimos de la noche, los chulos, las floristas,/ las calles muertas de la madrugada/ y los ascensores de luz amarilla”. Su experiencia es la de amante derrotado, la de noctámbulo empedernido que siente, que ve delante del espejo que está envejeciendo, y dice que a partir de los treinta años querer seguir siendo joven resulta patético. Se evidencia en el poema un cierto resentimiento con la vida que le lleva a este tono irritado dirigido contra sí mismo, pero sin dejar de buscar un tono objetivo en el discurso poético.

La poesía de Gil de Biedma está influida más por la inglesa de poetas como Auden, Pound y Elliot a partir de su estancia en Oxford en 1953. Mantuvo correspondencia con Luis Cernuda, otro poeta cuya poesía se caracteriza por su influencia inglesa. Sin embargo, será el conocimiento de los grandes poetas elegiacos latinos –Catulo y Propercio- , sobre todo a partir de Moralidades (1966) el que le llevará a esa poesía de carácter autobiográfico y subjetivo que conocemos. Coincide con Catulo en su reacción contra la falsa moral de la sociedad contemporánea, en el aprecio de la amistad, en el diálogo consigo mismo que vemos en este poema, y en la exaltación del amor y el erotismo. La influencia de Catulo fue, pues, decisiva. Le llevó a derivar de la poesía social de la primera etapa a la poesía de la experiencia. De Propercio tomará la idea del amor como servidumbre o esclavitud, que exponen al amante a la degradación por la sumisión absoluta a la persona amada.

El poema concluye con la idea de la servidumbre del amor que hemos citado y la constatación de la dificultad de amarse a uno mismo, la más terrible prueba en el centro de la identidad humana, compleja y contradictoria. Los lectores somos cómplices de sus confidencias íntimas y de su devenir vital.

02 julio 2006

Son las gaviotas


Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tu no escuchas, absorta.

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Ángel González, Áspero mundo, 1956.

Este poema pertenece también al libro reseñado en el último post. Quiero celebrar con él esa cifra canónica, perfecta y terrible que significa el cincuentenario, la cincuentena. El poema Son las gaviotas está situado en la sección del libro titulada Acariciado mundo, ese mundo de anhelo de amor, de perfección, de éxtasis vital, a pesar del proceso demoledor del tiempo y de la vida.

El poema recrea una intensa escena amorosa detenida en la imagen inquieta de un día de invierno: mar, agua gris, rocas, cielo sucio, viento, colinas de arena, charcas de sal... El día es áspero e inestable, pero arriba perfectas y exactas se recortan las figuras de esas gaviotas, luchando con el viento en un combate que resalta su fuerza y hermosura. Las gaviotas son el trasunto del amor, de la comunicación con la amada, la misma idea de altura y perfección.

El poema respira a través de versos cortos, octosílabos, que riman en asonante los pares en o-a. Los versos se encabalgan unos en otros reproduciendo la atmósfera tormentosa del día en que el poeta contempla a la amada a la que se dirige con un mar de fondo y un cielo encapotado en el que brillan lentas y altas las gaviotas.

El poema se compone de imágenes precisas que ayudan a situar la acción. Frases cortas de sintaxis clara sin hipérbatos o alteraciones del orden lógico de la oración. La claridad de la dicción contrasta con la opacidad del día que, no obstante, se nos muestra lleno de luz con la presencia de la amada y sus pies metidos en el agua. Una imagen estática en medio del contorno borroso de la playa agitada por el viento. La amada se dibuja contra la fuerza del mar y la forma de las colinas. El poema está lleno de luz, la de la amada, la del amor, la de las gaviotas en lo alto. El poeta en unos versos llenos de ternura da salida a sus sentimientos amorosos y nos los comunica a nosotros sus lectores que estamos presentes en el poema.

Acaba circularmente, igual que ha empezado, es el leitmotiv. Versos lentos y cadenciosos, sugerentes, llenos de magia expresiva.

21 junio 2006

Áspero mundo


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinocios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

Ángel González, Áspero mundo (1956)

Hace este año medio siglo de la publicación de Áspero mundo, primer poemario del poeta ovetense Ángel González (1925), poeta a caballo entre una concepción social y un enfoque existencial de la poesía. Se le suele incluir en la generación del medio siglo, pero también por su evolución se le encuadra con otros poetas españoles de los años sesenta como Alfonso Costafreda, José A. Goytisolo, Gil de Biedma, Carlos Barral y José Caballero Bonald.

Áspero mundo (Harsh world) se opone al Acariciado mundo –sección final del libro- que constituye una isla de goce existencial en un presente absoluto. Áspero mundo es el devenir trágico al que el adulto es arrastrado, el desgaste irremisible de la vida y las circunstancias, abocado todo ello a un final trágico y de todos conocido. No hay salvación sino en nosotros y ni siquiera esto está claro. Nos quedan, eso sí las palabras que son un ancla de salvación en el mar proceloso de la existencia. Las palabras, como había dicho Celaya en Me queda la palabra, pero con un marcado acento social. El poeta es una conciencia puesta en pie que guarda, que atesora, instantes eternos que sabe reconocer y poner de relieve. El amor es la única fuerza que puede disipar las sombras del vivir.El Tú esencial es capaz de detener el tiempo en momentos de intensidad mágica. El amor es una porción de luz que hace cesar el decurso temporal.

En este poema, el poeta se distancia reflexivamente de su propio nombre, como algo circunstancial, que sobreviene a lo auténticamente esencial: un ser perdido en la existencia en el viaje milenario de la carne. Sentimiento de extrañeza ante el signo configurador de su identidad, ese Ángel González que flota a la deriva y que vive en un lugar extraño. El poeta se ve como el último resultado de la evolución de la historia, la corriente humana en que está inserto. El poeta es el detritus, fruto del dolor y del naufragio, último resto podrido, escombro inútil… que levanta sus alas sin esperanza pero con tenacidad en un camino que no lleva a ninguna parte y sin salvación posible. Es el camino áspero y doloroso de que hablaba Garcilaso. Sin embargo, el poeta, el símbolo que se yergue desolado, encuentra en su fracaso y en su desaliento una fuerza titánica que le lleva a alzarse orgulloso en su derrota. El aliento existencial, la claridad poética y la transparencia, hacen de este poema un luminoso pórtico de este canto a la dignidad humana, sin dioses, sin salvación, pero con la suficiente tozudez para mantenerse en pie por la fuerza enloquecida del desaliento.

Destacan en el poema el tono conversacional, el lenguaje sin hipérbatos que extrae de la prosa todas sus posibilidades poéticas y la antífrasis final en que culminan los versos desalentados pero llenos de luz que nos alumbra en nuestro caminar incierto. El poema no deja de estar lleno de una ironía trágica puesto que es precisamente del desaliento, del fracaso, de la derrota, de donde el hombre –vencido y huérfano- puede sacar su fuerza para resistir en la lucha más terrible sin Dios ni nada que dé un sentido a priori a la existencia. Estamos ante un existencialismo fatalista y un desasosiego presentados sin énfasis dramático, de forma coloquial y transparente. Nos sentimos identificados con el sentir desolado del poeta y participamos simbólicamente, iluminados, en su resistencia tan inútil como tenaz.

17 abril 2006

Quisiera estar solo en el sur




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Quizás mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos,
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz, son bellezas igüales.

LUIS CERNUDA, Un río, un amor, 1929

07 febrero 2006

Unidad en ella


Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

Vicente Aleixandre, La destrucción o el amor (1934).

El poeta Vicente Aleixandre (1898-1984) publica este libro de misticismo panteísta -de raíz pesimista- dentro de su etapa surrealista y que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1934. Este libro, igual que los anteriores como Pasión de la tierra y Espadas como labios (1932), responde a su concepción que tiene del amor y la muerte identificados en una auténtica visión destructora del ser. El amor es destrucción del ego en fusión con el cuerpo amado que se identifica con la naturaleza. Amar es diluirse en la naturaleza, es decir, morir. Esta concepción enlaza con la del Romanticismo. El poeta vive una vida dolorosa y el mundo también lo es. Sin embargo, el poeta busca amar en medio de tanto dolor, sabiendo de antemano que se destruye amando. El cosmos es enigmático, grandioso. Todo se enfrenta y lucha. El hambre de ser impulsa a la autodestrucción.

El cuerpo amado es primero de naturaleza acuática. Expresa la idea de la Mujer-Agua/Madre-Agua (o mar) basada en tradiciones diferentes pero no divergentes (Nietzsche, Freud, Valery, Unamuno, tradición esotérica) y el Panta rei de Heráclito: Cuerpo feliz que fluye entre mis manos. El cuerpo es en su forma externa diamante o rubí duro,/brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,/cráter que me convoca con su música íntima... y en ese cuerpo el poeta quiere morir para identificarse con la vida. Convierte al ser amado en un cráter de un volcán en erupción en cuya lava -la sangre de ella- el poeta se funde y se integra en la naturaleza.

Destacan el la segunda parte del poema los verbos volitivos. El poeta intenta ansiosamente identificarse con los elementos de la naturaleza. Se repite reiteradamente el verbo "quiero": "quiero morir,/porque quiero vivir en el fuego (...) Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente..." para aproximarse a los límites absolutos de la vida. Poesía en el límite, en la búsqueda del no ser para así alcanzar más plenamente el ser. El cosmos actúa como un disolvente del ser humano. Es su destructor. Y Dios no está al final de este proceso agónico. Concha Zardoya ha visto en este libro una terrible angustia existencial.

Dice Carlos Bousoño:

El amor expresado por Aleixandre es el amor pasión y, más concretamente aún, la acción misma erótica en su trascendencia metafísica, que consiste en relacionar al amante con lo absoluto telúrico. Porque es el amor un acto de deslimitación que quebranta nuestros límites, absorbe nuestro yo y parece como que por un instante lo reincorpora a la naturaleza indivisible. El amor es entonces destrucción, sobrecogedor aniquilamiento de cada uno de los amantes que quieren ser el otro, enigma de una consumación en que la pareja busca unificarse rompiendo sus fronteras. "Símbolo feroz y dulce de la muerte es el amor", por medio del cual puede sentirse "la revelación, la luz cegadora, visita de lo absoluto" que es la naturaleza unitaria, nuncio de la desaparición de la personalidad. Sólo después del acto erótico se recobra la forma, perdida antes por ese misterioso contacto de vida y muerte. Entonces parece como si cada uno de los que se han amado naciese del otro, espuma y Venus a un tiempo mismo.

29 enero 2006

Desahucio


Ángeles malos o buenos,
que no sé,
te arrojaron en mi alma.

Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.

De rondón, el viento hiere
las paredes,
las más finas, vítreas láminas.

Humedad. Cadenas. Gritos.
Ráfagas.

Te pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?

Dímelo.

Rafael Alberti, Sobre los ángeles (1929).

Sobre los ángeles es un libro clave en la poesía española. Está escrito entre 1927 y 1928 paralelamente al libro más gongorino del autor, Cal y canto, compuesto para el homenaje celebrado a Don Luis de Góngora en 1927, por el que recibieron distintos poetas el nombre que los distingue: la generación de 1927. Sin embargo, es un libro esencialmente diferente. Es un libro que refleja una intensa crisis existencial del autor. Crisis que es amorosa, de pérdida de la fe y de su mundo infantil, y crisis de la mediana edad, que sobreviene en torno a los treinta, la que Joseph Conrad llamó la línea de la sombra. Rafael Alberti, precisamente, escribe y publica su libro antes de cumplir 30 años. Se reúnen en él diferentes crisis que el explica así en La arboleda perdida:

¿Qué espadazo de sombra me separó casi insensiblemente de la luz, de la forma marmórea de mis poemas inmediatos, del canto aún no lejano de las fuentes populares, de mis barcos, esteros y salinas, para arrojarme en aquel pozo de tinieblas, aquel agujero de oscuridad, en el que bracearía casi en estado agónico, pero violentamente, por encontrar una salida a las superficies habitadas, al puro aire de la vida? (...)
Yo no podía dormir, me dolían las raíces del pelo y de las uñas, derramándome en bilis amarilla, mordiendo de punzantes dolores la almohada. ¡Cuántas cosas reales, en claroscuro, me habían ido empujando hasta caer, como un rayo crujiente, en aquel hondo precipicio! El amor imposible, el golpeado y traicionado en las mejores horas de entrega y confianza; los celos más rabiosos, capaces de tramar en el desvelo de la noche el frío crimen calculado; la triste sombra del amigo suicida, como un badajo de campana repicando en mi frente; la envidia y el odio inconfesados, luchando por salir, por reventar como una bomba subterránea sin escape; los bolsillos vacíos, inservibles ni para calentarme las manos; las caminatas infinitas, sin rumbo fijo, bajo el viento, la lluvia y los calores; la familia, indiferente o silenciosa ante esta tremenda batalla, que asomaba a mi rostro, a todo mi ser, que se caía, sonámbulo, por los pasillos de la casa, por los bancos de los paseos; los miedos infantiles, invadiéndome en ráfagas que me traían aún remordimientos, dudas, temores del infierno, ecos umbríos de aquel colegio jesuita que amé y sufrí en mi bahía gaditana; el descontento de mi obra anterior, mi prisa, algo que me impelía incesantemente a no pararme en nada, a no darme un instante de respiro; todo esto, y muchas cosas más, contradictorias, inexplicables, laberínticas. ¿Qué hacer, cómo hablar, cómo gritar, cómo dar forma a esa maraña en que me debatía, cómo erguirme de nuevo de aquella sima de catástrofes en que estaba sumido? Sumergiéndome, enterrándome cada vez más en mis propias ruinas, tapándome con mis escombros, con las entrañas rotas, astillados los huesos. Y se me revelaron entonces los ángeles, no como los cristianos, corpóreos, de los bellos cuadros o estampas, sino como irresistibles fuerzas del espíritu, moldeables a los estados más turbios y secretos de mi naturaleza.

El libro está dividido en tres partes, cada una encabezada con la cita Huésped de las nieblas tomada de Bécquer. A medida que avanza el largo poema que es Sobre los ángeles se hace más visible la influencia de Bécquer y Baudelaire. Aparece y se reafirma la concepción de que la realidad poética es un mundo aparte. Es un himno a la palabra poética en sí misma, en tanto que creadora de mundos visionarios. Es por tanto, un libro idealista. Sorprende y mucho que la conclusión de la crisis del poeta y su apertura al mundo posterior fuera la militancia en el Partido Comunista. Es, pues, Sobre los ángeles un libro de búsqueda de equilibrio o compromiso entre verdad poética y verdad existencial o humana; es un libro que parte de una situación desesperada y que pugna hacia lo alto

El poema que presentamos hoy es el primero del libro, aparte del pórtico de la obra titulado Paraíso perdido (que desarrolla uno de los temas centrales del libro: el anhelo nostálgico de un mundo puro) , y que expresa una imagen nítida que revela la crisis de la que hemos hablado. El poema se llama Desahucio. Arranca con una verdad humana: la realidad del poeta como cuerpo vacío o deshabitado.

Angeles buenos o malos
que no sé,
te arrojaron en mi alma.
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.

El poeta se ha quedado como una cáscara, hueco, sin verdad, sin certezas, y los ángeles vienen a ocupar ese vacío. Son encarnaciones de sus propios sentimientos y estados de ánimo pero se presentan como ajenos a él y así da la impresión de que se siente desamparado e impotente frente a los ángeles que lo asaltan. El poeta es un hombre deshabitado. Ese alguien al que los ángeles acaban de arrojar de su alma puede representar una mujer, el Dios heredado de sus oraciones de niño o incluso la juventud que deja. En todo caso, se trata de alguien al que es necesario sustituir urgentemente. De ahí la rapidez y aceleración de los poemas y de la palabra en ellos. El libro entero será la búsqueda frustrada de un nuevo inquilino con acento dramático y desnudo.

Te pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?
Dímelo.

En el poema destaca el ritmo ágil y acelerado. Los versos de dos, cuatro o cinco sílabas rompen continuamente el ritmo de los versos octosílabos. El poeta habla en primera persona: Te pregunto, dímelo, dirigiéndose a la entidad que abandona su alma ante la llegada de los ángeles que quieren ocupar su casa deshabitada. El poema se construye a base de imágenes sugerentes relativas a la casa/alma que ha quedado deshabitada, frágil, sola... Predominan los elementos sustantivos, especialmente en la parte central del poema donde hay cuatro sumamente plásticos: Humedad. Cadenas. Gritos. Ráfagas. Constitución de un mundo aparte, fuera del tiempo y del espacio real. Parece el correlato de un universo paralelo, en otro lugar imaginario con connotaciones de espacio opresivo, una especie de mazmorra infernal. Algo abandona la casa y algo la invade: esos ángeles que se apoderan de ella. Entidades impalpables que ocupan la casa vacía que ha perdido su paraíso celeste.

El poema desarrolla el tema de la pérdida del Paraíso y la situación angustiosa del poeta. Vendrán los distintos ángeles: el ángel desconocido, el ángel bueno, los ángeles bélicos, de los números, el ángel sin suerte, el ángel desengañado, el mentiroso, el ceniciento, el rabioso, los ángeles de la prisa, los crueles, el ángel ángel, el del carbón, el de la ira, el envidioso, el tonto, los ángeles vengativos... El poema en la segunda parte multiplicará las apariciones de esos ángeles, y el poeta empieza a remansar su discurso y se hace más plástico. Las motivaciones humanas de las que hemos hablado se harán más remotas y el libro se encamina entonces hacia las imágenes surrealistas aparentemente sin control de la conciencia.

Luis Felipe Vivanco sostiene que los ángeles "No son arquetipos y definiciones de lo humano, sino todo lo contrario: criaturas elementales y anteriores a toda precisión intelectual (...) En el caso de Alberti, son los ángeles de la imaginación disponible y vacante, mantenidos en libertad por la palabra misma que los crea, pero vinculados de una manera circunstancial al planteamiento de un drama humano”.

La adscripción al surrealismo de Sobre los ángeles ha sido objeto de polémica. Ha habido crítica que ha visto en los ángeles de Álberti parte de la tradición bíblica: el ángel caído y las distintas clases de ángeles, el mundo de la luz y el mundo de las tinieblas, ángeles "buenos" y ángeles destructivos. Alguno ha sugerido incluso al profeta Isaías como base conceptual del libro. Si el libro forma parte de la tradición no puede adjudicarse sin más a la técnica del "automatismo psíquico" que propugnaba Breton. De hecho, Alberti, ni ningún miembro de su generación, reconocieron su adscripción al surrealismo de cuño francés, quizás por chovinismo contra Francia o por asunción de un cierto irracionalismo de época que sería el que latiría detrás de libros como el que hoy comentamos. Se ha hablado incluso de una técnica surrealista albertiana basada en el "correlato objetivo": poemas que encarnan objetivamente estados afectivos del poeta. En todo caso será en la tercera parte del libro donde se acentúen los rasgos considerados como surrealistas, basados en un creciente automatismo.

El largo poema que constituye Sobre los ángeles es el desarrollo de una crisis sin solución, pero que nos ha dejado uno de los libros más significativos de nuestra lírica. En su momento fue un libro fulgurante e inesperado. Fue un libro aislado y sin continuación posible dentro de su obra. Sermones y moradas (1929-1930) prolongará de modo forzado algún motivo de los poemas finales de nuestro libro.

Sobre los ángeles
es un libro de oposición al mundo que rodea al poeta, también a la insuficiencia de valores, y cuya salida es hacia lo alto. El poeta resolverá poéticamente su conflicto, pero le quedaba hacerlo humanamente. Y lo resolvió haciéndose comunista. El hombre deshabitado se concretará en la oposición a la sociedad burguesa. El poeta será habitado por la verdad revolucionaria. El libro que representará esta evolución es El poeta en la calle (1931-1936).
Hemos tomado datos e ideas de Luis Felipe Vivanco, Rafael Alberti en su palabra acelerada y vestida de Luces.