
Ángeles malos o buenos,
que no sé,
te arrojaron en mi alma.
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.
De rondón, el viento hiere
las paredes,
las más finas, vítreas láminas.
Humedad. Cadenas. Gritos.
Ráfagas.
Te pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?
Dímelo.
Rafael Alberti, Sobre los ángeles (1929).
Sobre los ángeles es un libro clave en la poesía española. Está escrito entre 1927 y 1928 paralelamente al libro más gongorino del autor, Cal y canto, compuesto para el homenaje celebrado a Don Luis de Góngora en 1927, por el que recibieron distintos poetas el nombre que los distingue: la generación de 1927. Sin embargo, es un libro esencialmente diferente. Es un libro que refleja una intensa crisis existencial del autor. Crisis que es amorosa, de pérdida de la fe y de su mundo infantil, y crisis de la mediana edad, que sobreviene en torno a los treinta, la que Joseph Conrad llamó la línea de la sombra. Rafael Alberti, precisamente, escribe y publica su libro antes de cumplir 30 años. Se reúnen en él diferentes crisis que el explica así en La arboleda perdida:
¿Qué espadazo de sombra me separó casi insensiblemente de la luz, de la forma marmórea de mis poemas inmediatos, del canto aún no lejano de las fuentes populares, de mis barcos, esteros y salinas, para arrojarme en aquel pozo de tinieblas, aquel agujero de oscuridad, en el que bracearía casi en estado agónico, pero violentamente, por encontrar una salida a las superficies habitadas, al puro aire de la vida? (...)
Yo no podía dormir, me dolían las raíces del pelo y de las uñas, derramándome en bilis amarilla, mordiendo de punzantes dolores la almohada. ¡Cuántas cosas reales, en claroscuro, me habían ido empujando hasta caer, como un rayo crujiente, en aquel hondo precipicio! El amor imposible, el golpeado y traicionado en las mejores horas de entrega y confianza; los celos más rabiosos, capaces de tramar en el desvelo de la noche el frío crimen calculado; la triste sombra del amigo suicida, como un badajo de campana repicando en mi frente; la envidia y el odio inconfesados, luchando por salir, por reventar como una bomba subterránea sin escape; los bolsillos vacíos, inservibles ni para calentarme las manos; las caminatas infinitas, sin rumbo fijo, bajo el viento, la lluvia y los calores; la familia, indiferente o silenciosa ante esta tremenda batalla, que asomaba a mi rostro, a todo mi ser, que se caía, sonámbulo, por los pasillos de la casa, por los bancos de los paseos; los miedos infantiles, invadiéndome en ráfagas que me traían aún remordimientos, dudas, temores del infierno, ecos umbríos de aquel colegio jesuita que amé y sufrí en mi bahía gaditana; el descontento de mi obra anterior, mi prisa, algo que me impelía incesantemente a no pararme en nada, a no darme un instante de respiro; todo esto, y muchas cosas más, contradictorias, inexplicables, laberínticas. ¿Qué hacer, cómo hablar, cómo gritar, cómo dar forma a esa maraña en que me debatía, cómo erguirme de nuevo de aquella sima de catástrofes en que estaba sumido? Sumergiéndome, enterrándome cada vez más en mis propias ruinas, tapándome con mis escombros, con las entrañas rotas, astillados los huesos. Y se me revelaron entonces los ángeles, no como los cristianos, corpóreos, de los bellos cuadros o estampas, sino como irresistibles fuerzas del espíritu, moldeables a los estados más turbios y secretos de mi naturaleza.
El libro está dividido en tres partes, cada una encabezada con la cita Huésped de las nieblas tomada de Bécquer. A medida que avanza el largo poema que es Sobre los ángeles se hace más visible la influencia de Bécquer y Baudelaire. Aparece y se reafirma la concepción de que la realidad poética es un mundo aparte. Es un himno a la palabra poética en sí misma, en tanto que creadora de mundos visionarios. Es por tanto, un libro idealista. Sorprende y mucho que la conclusión de la crisis del poeta y su apertura al mundo posterior fuera la militancia en el Partido Comunista. Es, pues, Sobre los ángeles un libro de búsqueda de equilibrio o compromiso entre verdad poética y verdad existencial o humana; es un libro que parte de una situación desesperada y que pugna hacia lo alto
El poema que presentamos hoy es el primero del libro, aparte del pórtico de la obra titulado Paraíso perdido (que desarrolla uno de los temas centrales del libro: el anhelo nostálgico de un mundo puro) , y que expresa una imagen nítida que revela la crisis de la que hemos hablado. El poema se llama Desahucio. Arranca con una verdad humana: la realidad del poeta como cuerpo vacío o deshabitado.
Angeles buenos o malos
que no sé,
te arrojaron en mi alma.
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.
El poeta se ha quedado como una cáscara, hueco, sin verdad, sin certezas, y los ángeles vienen a ocupar ese vacío. Son encarnaciones de sus propios sentimientos y estados de ánimo pero se presentan como ajenos a él y así da la impresión de que se siente desamparado e impotente frente a los ángeles que lo asaltan. El poeta es un hombre deshabitado. Ese alguien al que los ángeles acaban de arrojar de su alma puede representar una mujer, el Dios heredado de sus oraciones de niño o incluso la juventud que deja. En todo caso, se trata de alguien al que es necesario sustituir urgentemente. De ahí la rapidez y aceleración de los poemas y de la palabra en ellos. El libro entero será la búsqueda frustrada de un nuevo inquilino con acento dramático y desnudo.
Te pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?
Dímelo.
En el poema destaca el ritmo ágil y acelerado. Los versos de dos, cuatro o cinco sílabas rompen continuamente el ritmo de los versos octosílabos. El poeta habla en primera persona: Te pregunto, dímelo, dirigiéndose a la entidad que abandona su alma ante la llegada de los ángeles que quieren ocupar su casa deshabitada. El poema se construye a base de imágenes sugerentes relativas a la casa/alma que ha quedado deshabitada, frágil, sola... Predominan los elementos sustantivos, especialmente en la parte central del poema donde hay cuatro sumamente plásticos: Humedad. Cadenas. Gritos. Ráfagas. Constitución de un mundo aparte, fuera del tiempo y del espacio real. Parece el correlato de un universo paralelo, en otro lugar imaginario con connotaciones de espacio opresivo, una especie de mazmorra infernal. Algo abandona la casa y algo la invade: esos ángeles que se apoderan de ella. Entidades impalpables que ocupan la casa vacía que ha perdido su paraíso celeste.
El poema desarrolla el tema de la pérdida del Paraíso y la situación angustiosa del poeta. Vendrán los distintos ángeles: el ángel desconocido, el ángel bueno, los ángeles bélicos, de los números, el ángel sin suerte, el ángel desengañado, el mentiroso, el ceniciento, el rabioso, los ángeles de la prisa, los crueles, el ángel ángel, el del carbón, el de la ira, el envidioso, el tonto, los ángeles vengativos... El poema en la segunda parte multiplicará las apariciones de esos ángeles, y el poeta empieza a remansar su discurso y se hace más plástico. Las motivaciones humanas de las que hemos hablado se harán más remotas y el libro se encamina entonces hacia las imágenes surrealistas aparentemente sin control de la conciencia.
Luis Felipe Vivanco sostiene que los ángeles "No son arquetipos y definiciones de lo humano, sino todo lo contrario: criaturas elementales y anteriores a toda precisión intelectual (...) En el caso de Alberti, son los ángeles de la imaginación disponible y vacante, mantenidos en libertad por la palabra misma que los crea, pero vinculados de una manera circunstancial al planteamiento de un drama humano”.
La adscripción al surrealismo de Sobre los ángeles ha sido objeto de polémica. Ha habido crítica que ha visto en los ángeles de Álberti parte de la tradición bíblica: el ángel caído y las distintas clases de ángeles, el mundo de la luz y el mundo de las tinieblas, ángeles "buenos" y ángeles destructivos. Alguno ha sugerido incluso al profeta Isaías como base conceptual del libro. Si el libro forma parte de la tradición no puede adjudicarse sin más a la técnica del "automatismo psíquico" que propugnaba Breton. De hecho, Alberti, ni ningún miembro de su generación, reconocieron su adscripción al surrealismo de cuño francés, quizás por chovinismo contra Francia o por asunción de un cierto irracionalismo de época que sería el que latiría detrás de libros como el que hoy comentamos. Se ha hablado incluso de una técnica surrealista albertiana basada en el "correlato objetivo": poemas que encarnan objetivamente estados afectivos del poeta. En todo caso será en la tercera parte del libro donde se acentúen los rasgos considerados como surrealistas, basados en un creciente automatismo.
El largo poema que constituye Sobre los ángeles es el desarrollo de una crisis sin solución, pero que nos ha dejado uno de los libros más significativos de nuestra lírica. En su momento fue un libro fulgurante e inesperado. Fue un libro aislado y sin continuación posible dentro de su obra. Sermones y moradas (1929-1930) prolongará de modo forzado algún motivo de los poemas finales de nuestro libro.
Sobre los ángeles es un libro de oposición al mundo que rodea al poeta, también a la insuficiencia de valores, y cuya salida es hacia lo alto. El poeta resolverá poéticamente su conflicto, pero le quedaba hacerlo humanamente. Y lo resolvió haciéndose comunista. El hombre deshabitado se concretará en la oposición a la sociedad burguesa. El poeta será habitado por la verdad revolucionaria. El libro que representará esta evolución es El poeta en la calle (1931-1936).
Hemos tomado datos e ideas de Luis Felipe Vivanco, Rafael Alberti en su palabra acelerada y vestida de Luces.